Marika H’s Immunotherapy Story

Me diagnosticaron cáncer por primera vez alrededor de los 50 años. Era cáncer de útero y me realizaron una histerectomía completa. Luego, hace unos 15 años, me diagnosticaron cáncer de riñón y me extirparon el riñón izquierdo. Venía muy bien. No necesité ningún tratamiento posterior y pensé que había sido un hecho aislado. Seguí con mi vida, hasta que un día fui al baño y vi mucha sangre en la orina. Volví al urólogo, me mandó a hacer una exploración por TAC y descubrió que tenía un tumor en la uretra.

Viajé a Nueva York desde Florida para ver a un urólogo que podría extirpar el tumor mediante cirugía láser. Hice eso dos veces. Pero, por desgracia, en mi tercera visita descubrimos que el cáncer no solo había crecido sino que era de gran malignidad. El pronóstico era muy malo. Me dijeron que tenía que hacer quimioterapia, pero que probablemente eso solo iba a detener el cáncer y tal vez solo transitoriamente.

Regresé a Florida y encontré un oncólogo (uno muy bueno, por cierto). Me indicó una quimioterapia que recibí durante tres o cuatro meses. La quimioterapia hizo lo que se esperaba: detuvo el cáncer temporalmente, pero no lo erradicó por completo. Así que mi única otra opción era un ensayo clínico de una inmunoterapia dirigida a PD-L1.

Fui por mi primera infusión, que tardó una hora, y luego me mantuvieron en observación durante dos horas más para ver si no tenía alguna reacción adversa. No tuve ninguna durante esas dos primeras horas, pero sí de camino a casa. Empecé a temblar y era muy incómodo, así que llamé al médico y me dijeron que tomara Benadryl. Tras ese episodio, me cambiaron la duración de la infusión y desde entonces no he tenido ninguna reacción adversa.

Después de tres infusiones, la primera exploración por TAC reveló que el tumor se había reducido en casi un 50 por ciento. Quedamos muy, pero muy contentos con eso y, por supuesto, seguí con el tratamiento.

Llevo cinco meses en el ensayo. Cada dos semanas viajo a Sarasota, que está a unas tres horas de mi casa, y recibo una infusión. En cierto modo es como un descanso forzado. Voy allí, llevo mi iPad y leo, y generalmente me lleva mi hijo. Como, leo, duermo, así que no es tan terrible.

Me han hecho tres exploraciones de imagen por TAC más desde la primera y el tumor se ve cada vez más pequeño. En la última tenía menos de seis milímetros, y dijeron que era tan pequeño que es difícil saber qué parte es tumor y qué parte es solo tejido cicatricial.

Mis esperanzas están puestas en que, por supuesto, se apruebe el medicamento, porque si se aprueba podré recibirlo aquí y no tendré que seguir viajando, lo que haría mi vida mucho, pero mucho más fácil.

Aparte de la inmunoterapia, creo que atribuyen los buenos resultados a mi estilo de vida. Tuve poliomielitis a los 18 años, por lo que en parte es por necesidad y en parte por mi forma de ser; siempre fui atlética e hice mucho ejercicio. Todavía nado unos 40 minutos al día, hago yoga para mantener la flexibilidad y trato de estar lo más activa posible.