Inmunes al cáncer: el blog del CRI

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Milton W

Leucemia | 2013

Me dijeron que mis linfocitos T eran los mejores que habían visto.

La historia de Milton

A principios de septiembre de 2013, Milton Wright, de 20 años, volvía a casa después de una sesión fotográfica de modelaje cuando se cayó estrepitosamente sobre sus costillas. Pensó que al día siguiente iba a estar dolorido y le iban a salir moretones, pero se sorprendió cuando se despertó y apenas podía moverse.

Fue rengueando hasta la sala de urgencias del Hospital Infantil de Seattle, donde los médicos le dijeron que estaba muy anémico. Tras revisar su historia clínica, también le recomendaron que se hiciera una punción lumbar.

Milton sabía que la punción lumbar era una mala señal. Sobreviviente de leucemia en dos ocasiones, conocía bien el procedimiento cuyo objetivo es verificar la presencia de células cancerosas en el líquido cefalorraquídeo. No se sorprendió mucho cuando los resultados del examen fueron positivos: la leucemia linfoblástica aguda (LLA), que tuvo por primera vez cuando tenía 8 años y luego cuando tenía 14, había regresado.

«Estaba esperando que me dieran mis seis meses», contó Milton, muy consciente de sus probabilidades. 

Pero su médica, la Dra. Rebecca Gardner, tenía algo muy distinto para decirle. Le recomendó que participara en un ensayo clínico de una nueva inmunoterapia denominada terapia de linfocitos T-CAR. Mediante este método se extraen de la sangre linfocitos T, se modifican en el laboratorio mediante ingeniería genética para que reconozcan a las células leucémicas y luego se vuelven a infundir al paciente. La idea es que los linfocitos T modificados vayan tras las células cancerosas que se esconden en el organismo y las eliminen.

El método solo se había utilizado una vez en ese hospital, en una mujer de 23 años con LLA, con muy buenos resultados. Y la Dra. Gardner tenía la esperanza de que también diera resultado con Milton. 

Medicina personalizada

Los linfocitos T son las células del sistema inmunitario que reconocen las células infectadas y cancerosas y las atacan. Los linfocitos T modificados empleados en el tratamiento de Milton se denominan linfocitos T con receptor quimérico para el antígeno (CAR), porque contienen un receptor que normalmente no se encuentra en los linfocitos T. (En la mitología griega, una quimera es un animal que es parte león, parte cabra y parte serpiente). El receptor reconoce una proteína en las células leucémicas denominada CD19. Cuando los linfocitos T-CAR chocan contra las células cancerosas que tienen la proteína CD19, las perforan y destruyen por contacto.

Milton W

El tratamiento con linfocitos T-CAR integra una familia mayor de inmunoterapias denominadas terapias celulares adoptivas, promovidas en este país por el asesor científico del Cancer Research Institute (CRI), el Dr. Philip Greenberg.

En el Hospital infantil de Seattle, donde trataron a Milton, quien dirige el programa de linfocitos T es el Dr. Michael Jensen, director del Ben Towne Center for Childhood Cancer Research. Jensen se formó con Greenberg y ahora encabeza el método de tratamiento para pacientes pediátricos y adultos jóvenes.

El ensayo en el que participó Milton comenzó con un mes de quimioterapia para eliminar la mayor cantidad posible de células cancerosas. Luego se administran los linfocitos T modificados para, en efecto, terminar la limpieza.

Para Milton, la mejor parte del tratamiento experimental fue la brevedad. «Me convencieron cuando me dijeron que solo duraría seis meses», afirmó. Esto en comparación con pasar por otro ciclo cruel de tres años de quimioterapia, que de todos modos solo sería una maniobra dilatoria ya que seguramente el cáncer regresaría. 

La experiencia real de recibir los linfocitos T fue, según Milton, «lo más aburrido del mundo. Fue como si me administraran una solución salina por vía intravenosa durante ocho minutos», señaló. «Luego tuve que quedarme en la clínica unas 10 a 12 horas solo para que se aseguraran de que no tuviera una reacción y de que estuviera bien».

Modelo Ts

Al principio, cuando Milton recibió los linfocitos T, la respuesta de su organismo fue tan leve que los médicos ni siquiera estaban seguros de que el tratamiento estuviera funcionando. Normalmente, los pacientes presentan algunos efectos secundarios, como fiebre y escalofríos, que indican que está ocurriendo la respuesta inmunitaria esperada. Pero Milton no presentó ninguno de esos síntomas en toda la primera semana.

«Me decían que tosiera, que respirara mal, que hiciera algo para demostrarles que estaba funcionando».

Y luego, sin preaviso, el cuadro de Milton cambió. La fiebre se disparó y la presión arterial disminuyó de manera vertiginosa. Lo ingresaron a cuidados intensivos, donde pasó cuatro angustiosos días, con los médicos y enfermeras observándolo de cerca.

Como el sistema inmunitario es tan potente, de un momento a otro puede pasar de ser un aliado en la lucha contra el cáncer a un enemigo peligroso e impredecible. A esto se le suma el hecho de que el tratamiento implica enviar de golpe un ejército enfurecido de linfocitos T a la sangre y es posible que la batalla se salga de control. Los especialistas se refieren a este alboroto tóxico como una «tormenta de citocinas».

Fue precisamente para lidiar con este peligro que la investigadora de posdoctorado del CRI del equipo de Jansen, Allison De Wispelaere, Ph. D., dedicó varios años a desarrollar un «kill switch» o «interruptor de emergencia» en los linfocitos T que, al activarse, los haría detenerse.

Este interruptor puede ser un salvavidas, pero también es un último recurso, ya que, de hecho, equivale a abortar la misión.

Cuando Milton estaba en la unidad de terapia intensiva, a los médicos les preocupaba que los linfocitos T estuvieran ejerciendo demasiada presión y estaban listos para recurrir al interruptor. Pero Milton quería evitar esa opción a toda costa. Sabía que acabaría con la única esperanza de cura que le quedaba.

«Les dije que no quería que se deshicieran de ellos todavía».

Los médicos escucharon y, tres días después, su presión arterial se estabilizó y bajó la fiebre. Lo trasladaron de cuidados intensivos a piso.

Es posible que la respuesta de Milton haya sido tan desmesurada, en parte, debido a la calidad de sus linfocitos T. «Me dijeron que mis linfocitos T eran los mejores que habían visto».

En las semanas posteriores a recibir la infusión, el porcentaje de células cancerosas en la médula de Milton se redujo a cero. Se consideró que estaba en remisión.

Como precaución adicional, unos meses después Milton decidió someterse a un trasplante de médula ósea, mediante el cual se destruye su médula ósea y se la reemplaza por médula ósea de un donante compatible. «Me explicaron que un trasplante de médula ósea puede aumentar las posibilidades de no volver a tenerlo nunca más y de eso se trataba».

Realista pero con esperanzas

Cuando a Milton le diagnosticaron LLA por primera vez, a los ocho años, no estaba realmente preparado para entender la gravedad de la situación. «De niño uno sabe que puede morirse por eso, pero no comprende el verdadero significado de la muerte. No era algo que me asustara tanto cuando era más joven».

Dice que ahora enfrenta el miedo con una mezcla de realismo y esperanza. «De alguna manera debemos aceptar nuestra muerte. Puede ser que suene raro, frío o algo así, pero he hablado con otros pacientes de cáncer que sobrevivieron y sé que sienten lo mismo».

Al principio, su objetivo en la vida era ir a la universidad, jugar al fútbol americano y luego ingresar al ejército. Incluso había empezado a llenar los papeles para incorporarse a los infantes de Marina cuando se enteró de que la quimioterapia que había recibido anteriormente le había provocado daños en el corazón y eso no le permitía ingresar. Por suerte, un cazatalentos lo vio en una tienda de ropa y le ofreció trabajar como modelo profesional, una nueva opción. Desde entonces, ha aparecido en anuncios de Adidas, Zumiez y Nordstrom.

Milton with a dog

Milton dice que el modelaje le parece genial y espera poder cambiar la imagen del cáncer. En febrero de 2014 aún se estaba recuperando del trasplante de médula y estaba un poco resfriado, pero incluso estando débil derramaba energía positiva.

«Incluso cuando no me sentía del todo bien seguía diciendo que me sentía muy bien. Considerando lo que otras personas tuvieron que vivir, creo que lo mío fue muy fácil».

En las próximas semanas espera volver a ponerse en forma haciendo ejercicio y algo de boxeo.

Cuando se le preguntó qué consejo le daría a otros pacientes en tratamiento contra el cáncer, Milton sugiere que intenten mantener una actitud positiva.

«Claro que, como seres humanos, tenemos emociones. Algunas veces nos vamos a enojar. Por momentos vamos a estar tristes y amargados. Les diría que vivan las emociones y que nunca estén deprimidos o enojados».

También sugiere que recuerden que el tratamiento finalmente termina. «Es como la escuela: cuando estamos en tercer, cuarto o quinto grado nos parece que nunca va a terminar, pero en algún momento nos graduamos y todo queda atrás, y entonces no podemos creer cómo pasó el tiempo».

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